Se apagaban las luces y en la calle sólo quedaba la luna, majestuosa, iluminando la nada, a ese hora nadie paseaba por esa zona.
Al igual que la dama de la noche, ella apagaba la lámpara de su habitación y se quedaba sola… pero no tenía luz.
Realmente no estaba sola, a su lado siempre estaba ese joven detallista que luchó por conquistarla y que
incluso creyó conseguirlo; pero se sentía sola.
A su lado tenía frío, tenía que esforzarse para mantener su sonrisa, el brillo de sus ojos se apagaba poco a poco, la piel no se estremecía y el corazón no se aceleraba.
A su lado la lluvia era sólo lluvia.
A ella no le interesaba éste sino aquél.
El que se paseaba impunemente a pesar de haberle robado el corazón y la razón.
32 noches pensando sólo en él…
Nadie dijo que aquello fuera fácil pero tampoco se imaginaba que sería tan difícil…